PUBLICADO EL 11 DE ABRIL EN LA LINEA DE FUEGO. Ángel de los Sicarios, el quinto largometraje de Fernando Cedeño, cineasta autodidacta de Chone, Manabí, conocido por Sicarios Manabitas (2004) -la película más vendida del Ecuador según vendedores informales de DVD- se estrenará en el Ochoymedio en Quito y el Maac cine en Manta a partir del 12 de abril. Tuve la oportunidad de ver una versión preliminar de la película en el segundo festival Ecuador Bajo Tierra. Ángel de los Sicarios cuenta la historia de un joven llamado Ángel que decide vengarse de un empresario y de los sicarios que mataron a sus padres cuando era niño. Como no conoce la identidad de los sicarios, decide, desde su propia lógica, matar a todos los sicarios, uno por uno, con la ayuda de dos amigos que también quieren vengar la muerte de un familiar. Después de eliminarlos, coloca en la cabeza del muerto un sello con la imagen de un demonio y le pega en la boca un papel con las palabras “por asesino”. Esta es su marca. Es una causa perdida, como ya sabemos, pues como dice uno de sus amigos y ayudantes: “Por cada sicario que matamos, nacen dos más”, sin embargo, es un buen pretexto para narrar la historia de un joven que busca justicia en un mundo de infinita violencia, tal como es la ciudad de donde proviene el director y donde se produce la película. Si hay algo que esta película demuestra, aparte del poder creativo de Sacha Producciones, la productora de Cedeño y sus amigos de Manabí (que a pesar de la falta de fondos nacionales siguen adelante cada vez con más fuerza) es que Ecuadorsí tiene actores. Javier Pico es excelente en el papel de Ángel; logra que el público se encariñe con la historia de un hombre que, a final de cuentas, es un asesino más. Quizás sea porque, a pesar de matar sin merced, tiene la cara de un niño, del niño inocente que era antes de que sus padres fueran asesinados. Esta contradicción entre sus acciones y su rostro ayudan a complejizar un personaje que podría fácilmente reducirse a un cliché. Otro factor es la voz del personaje, una voz exageradamente baja, casi en un susurro. Habla lento, con los ojos entrecerrados, gestos que ayudan a pintar la imagen de un “malo” teatralizado que no se queda en el cliché justamente porque es muy conciente de su representación. Carlos Quinto también crea un personaje creíble, una versión más salvaje del mismo mal que está dentro de Ángel. En un momento breve pero clave de la película, Quinto se vuelve el héroe de la cinta. Las actrices también desempeñan bien sus papeles, y desarrollan papeles femeninos que van más allá de la multitud de mujeres estereotipadas del cine nacional de los últimos años. Ellas son mujeres que viven dentro de un mundo machista y concientemente utilizan su feminidad para salir adelante (es perfecto cuando la novia de Ángel se apoya seductivamente sobre un árbol y le dice “Ayúdame” a un sicario, un instante aparece Ángel y le pega un tiro al sicario). Como sus esposos, novios e hijos, estas mujeres están acostumbradas a vivir rodeadas por la violencia y el sensacionalismo de los medios de comunicación. Hay varios momentos destacados, en los que el director juega con las expectativas del espectador, como cuando un sicario sueña que Ángel lo mata, luego despierta con una sonrisa de alivio, solo para morir unos minutos después (causando la sádica risa del espectador). O al extender momentos de suspenso con diálogos que expresan lo absurdo de las situaciones, cómo cuando una mujer denuncia ante el teniente – protagonizado por el director mismo- que ha perdido su celular y él le dice, “Un momento”, y le llama en ese instante para verificar que, de hecho, está mintiendo. Estos momentos de auto-reflexión hacen que Ángel de los Sicarios transcienda el género policial y se acerque a la comedia. Ángel de los Sicarios es un largometraje de presupuesto muy bajo ($4.000 dólares, según Cedeño), creado en las condiciones que dicho presupuesto implica: todos los miembros del equipo desempeñan distintos roles en la producción, por ejemplo el compositor y cantante de las canciones originales de la película también tiene un pequeño –pero no insignificante- rol dentro de la misma. Nadie del equipo ha recibido un pago por su trabajo, y hasta en, por lo menos, dos casos, tuvieron que ser hospitalizados durante el rodaje. Cedeño y su equipo esperan poder recuperar el dinero gastado a través de proyecciones en las salas de cine y en negociaciones con los notorios piratas quienes supuestamente vendieron un millón de copias de su primera obra,Sicarios Manabitas (2004), de las que Cedeño no recibió ni un centavo. Al exhibirse la película en el Ochoymedio, Cedeño podrá acceder a otros públicos que quizás no sean los mismos que salen a comprar sus películas pirateadas, lo cual podría ayudarle a recuperar parte del dinero de la producción. Pero al final de cuentas, el público que más le interesa a Cedeño es el “popular”, el que siempre ha consumido su trabajo porque de alguna manera se siente identificado en la obra. Esta necesidad de sentirse identificado en el cine nacional, me cuenta Cedeño, es la razón por la cual empezó a hacer cine. En un momento el teniente –protagonizado por Cedeño- le dice a su colega: “Ellos piensan que lo que hacemos es fácil…”, “Debería haberle hecho caso a mi padre”, y el colega le responde: “Deberías haber sido psicólogo”. Es tentador pensar que aquí Cedeño está hablando de sí mismo. Es difícil ganar dinero y respeto haciendo este oficio, del que muchos piensan que es solo cuestión de comprar salsa de tomate y apuntar la cámara. En realidad es un trabajo arriesgado, solo apto para los más aventureros. Cedeño podría haber sido comerciante de madera o ganadero como su padre pero no fue así, para el bien del cine nacional. Genera entusiasmo y curiosidad por saber qué más hará Fernando Cedeño en la que será, indudablemente, una larga carrera de cine.
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